Quiero empezar con esta definición: «La Crítica suele ser considerada la más subjetiva de todas las disciplinas relacionadas con el estudio del arte porque es valorativa; es decir, emite un juicio de índole personal respecto a una obra». (Wikipedia).

Me he venido preparando durante 15 años para ser critica gastronómica, dar mi opinión siendo imparcial, pero sin olvidarme de que yo pase también por esos fogones.
En estos tiempos de modernidad, donde las redes sociales son nuestro eje central para la toma de decisiones, han aparecido los “Foodies” jóvenes aficionados a la comida y bebida.
Jóvenes que también ofrecen publicidad en sus redes sociales, mostrando así el plato más vistoso del restaurante. Pero ¿Dónde quedamos nosotros los críticos gastronómicos? Los que no buscamos seguidores sino mejorar con nuestros aportes de experiencia y profesionalismo la industria gastronómica, a sus inversores, a sus emprendedores y grupos de colaboradores y proveedores y así mismo mejorar la experiencia que van a tener los comensales.

Bueno el trabajo “sucio” siempre lo va a querer alguien, y en esta ocasión soy yo. En Colombia no es tan usual este término de “Crítico gastronómico”, no hay ese temor de que llegue sin advertencia alguna a probarnos los platos y vivir el servicio de nuestro restaurante.

¿Será por eso por lo que no le tenemos el respeto suficiente a esta profesión? O ¿será que nos aliviamos y dejamos en manos de aficionados, pero no expertos y es mejor así? No sé, dímelo tú, porque yo lo tengo bien claro.
Desde pequeña he sido admiradora y seguidora del buen cine, de ese que deja enseñanzas y una de mis películas favoritas de muñecos animados, es “Ratatouille”, por varias razones, entre ellas porque aparece este grandioso personaje llamado Mr. Ego ,un crítico gastronómico aparentemente sin piedad alguna, que con sus reseñas o crónicas de los restaurantes para los medios escritos hacia ganar o perder las famosas estrellas Michelin, por las cuales nuestros grandes chefs (en Europa, ya que en latino américa no se usan) luchan tanto por obtener, pues el prestigio de conseguir una es de otro mundo.

Mas allá de la riña que este personaje tiene con los restaurantes, y a donde llega a retar al personaje principal de la película, es hacerle entender a los protagonistas, que son nuestros chefs, que a la comida hay que tenerle respeto, amor y dedicación. En esos platos van plasmados nuestros sentimientos y recuerdos, y así es como hacemos que las personas no solo queden satisfechas, sino que quieran volver a nuestros “manteles” a nuestras “manos”.

Y ese era el mensaje de este personaje, Mr. Ego en esta excelente, divertida y entretenida película estrenada a mediados del año 2007 pero que continúa vigente; destaco la frase “cualquiera puede cocinar” es en parte cierta, pero no todos podemos plasmar en un plato el arte de la buena cocina. Y lo que este ratoncito logró fue maravilloso, porque removió los más escondidos recuerdos de una persona fría y los trajo a la luz, solo con un bocado.

Entonces te traigo sus palabras que resuenan muy bien al final de la película y que dejan una gran enseñanza:
“El trabajo del crítico es sencillo en más de un sentido. Arriesgamos muy poco, y sin embargo usufructuamos de una posición situada por encima de quienes someten su trabajo y su persona a nuestro juicio. Prosperamos gracias a nuestras críticas negativas, que resultan divertidas cuando se las escribe y cuando se las lee.
Pero la cruda verdad que los críticos debemos enfrentar es que, en términos generales, la producción de basura promedio es más valiosa que lo que nuestros artículos pretenden señalar. Sin embargo, a veces el crítico realmente arriesga algo, y eso sucede en nombre y en defensa de algo nuevo.
Anoche experimenté algo nuevo, una comida extraordinaria hecha por alguien único e inesperado. Decir que ese plato y su cocinero pusieron a prueba mis preconceptos equivaldría a incurrir en una subestimación grosera, cuando lo cierto es que ambos lograron conmover lo más profundo de mi ser.
Antes de este suceso, nunca escondí mi desdén por el lema del Chef Gusteau: “cualquiera puede cocinar”. Pero, me doy cuenta, recién ahora comprendo sus palabras. No cualquiera puede convertirse en un gran artista, pero un gran artista sí puede provenir de cualquier lugar.”

Socialmente es visto de forma despectiva la labor de un crítico, en cualquier ámbito, pero sobre todo en el arte de la gastronomía, esto va más allá de querer ser destructores, como nos califican muchos, pero el objetivo con nuestras palabras es el de mejorar, es el de volver a sacar lo que hizo que te convirtieras en ese artista que plasma en un lienzo en blanco.

La cuestión es que, por lo general, los chefs se quedaron en su zona de confort y no solo ellos, los dueños, socios o los involucrados, ya que las ventas empezaron a funcionar y a fluir de forma orgánica, sin meterle mente al tema. Y ahora que vivimos una pandemia, donde estamos pescando en rio revuelto, tratando de que no se nos vayan los clientes a la competencia, dejándonos influenciar por la famosa palabra de moda “reinventarse”, buscando como ganamos más domicilios y producimos comida en masa para enviar en icopor, y donde están los Foodies que nos sacaban publicidad, esos llamados “influencers” para que nos ayuden a remar.

Y aparecemos nosotros los críticos gastronómicos, a meterle más leña al fuego. Pero no se nos puede olvidar que no importan los sucesos, nosotros lo que brindamos son experiencias y eso es el secreto de las ventas a domicilios en este momento. Es hacer más ameno el hecho de la comida en caja.

Cuando volvamos a estos lugares a degustar estos manjares y a vivir ese momento más allá de “criticar” es hacer un estudio y un ejercicio reflexivo, donde analizamos todo el espacio, tiempo, personal, comida, también es colocarnos en los zapatos de quien está enfrentando esa batalla llamada voleo. Lastimosamente para unos, estamos viendo los toros desde la barrera y eso nos hace tener un punto de vista diferente., al que seguramente tu no ves entre ollas y sartenes.

Estoy convencida que esta figura nos falta mucho acá en Colombia y Latino América en general, porque olvidamos lo esencial de esta profesión y solo vemos números (que son importantes, pues de amor nadie vive).
Es muy fácil criticar, así sea constructivamente, pero no es tan sencillo pararse ante un lienzo en blanco para crear algo de la nada, y es verdad, yo lo viví en carne propia cuando estaba detrás de los fogones y ahora detrás de mis letras, pero haciéndolo con la misma pasión y amor y eso hace la diferencia.

Hasta el próximo post,
Catalina Verónica Pérez Jaimes.